“Ma-TRI-monio” un cuento de Ivonne Baqués @amikaafeliz #HelloDFicción #ShortStory

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Ma-TRI-monio

Ivonne Baqués @amikaafeliz

Mi tormento comenzó con un: “¿Te quieres casar conmigo?”

Nos conocimos en una fiesta, el hermano de mi mejor amiga nos presentó, “Paty él es Jerónimo, fuimos compañeros en la universidad”. Bailamos toda la noche.  Al día siguiente llamó para invitarme a salir, y al otro sábado, al calor de unas cervezas me contó que era viudo. Su esposa había muerto hacía menos de un año durante el parto, “hace unos meses era un hombre feliz, ahora ni esposa, ni hijo, ni nada.” Estúpidamente quise verme empática y sólo pude contestar: “hace unos meses era la gerente del banco, pero me cacharon fajando en la oficina con el becario y ahora ni trabajo, ni amante, ni nada”. Cuando cerré la boca me di cuenta de lo horrible que había sonado eso, afortunadamente él no pensó igual y soltó una sonora carcajada.

Después de dos años de novios, en un viaje que hicimos por carretera a lo largo de la Huasteca Potosina, una noche que bebimos mucho al fin hizo la pregunta. De regreso, en su departamento lo hizo oficial, me llevó a la recámara, “cierra los ojos”, entonces escuché el rechinar de la puerta del clóset,  los entre abrí, alcancé a ver que sacó una caja grande que contenía otra más pequeña de madera,  un portarretratos con la foto de él y la tal Moni, y un mini cofre. Del cofrecito sacó un anillo dorado con un diamante, el cual me quedó grande. Nuevamente preguntó: “¿Te quieres casar conmigo?”.  A pesar de que muerta de celos quise romper la foto y cachetearlo, volví a responder: “¡Sí quiero!”

A partir de entonces todo fue estrés, que si el vestido, que si las invitaciones, que si el salón. Mi mamá amenazó con no ir a la boda si se me ocurría invitar al novio italiano de mi papá, quien es dos años menor que yo. Mis amigas me atosigaban con mensajes, quejándose de las otras damas porque no se ponían de acuerdo sobre los vestidos, y para el colmo, dos meses antes de la boda Jerónimo dejó de dormir bien, perdió el apetito y andaba de un genio endemoniado. Saliendo de hablar con el sacerdote que oficiaría la misa, me preguntó en un tono solemne: “¿Crees que Moni esté de acuerdo con que me vuelva a casar?” Casi vomito, estuve a nada de gritarle diez veces que la maldita Moni estaba muerta, que su opinión no importaba, pero en vez de eso contesté sarcásticamente: “Claro que sí mi amor, es más, le urge que tengamos hijos para que pueda reencarnar en uno de ellos”. Sorprendentemente no se enojó, y después de eso volvió a comer y a dormir bien.

La boda pudo ser un éxito, pero al novio le dio por beber como si no hubiera un mañana. La noche de bodas fue inolvidable, mi nuevo marido la pasó encerrado en el baño abrazado al escusado, mientras yo lloraba frente al televisor vistiendo mi  negligee rojo con encaje negro. El resto de la luna de miel no estuvo tan mal, de no ser, porque al regreso en el aeropuerto nos encontramos con un ex compañero de Jerónimo, y me presentó como Mónica.



Ya en la ciudad al fin nos pusimos de acuerdo, mi departamento es más grande y mejor ubicado, así que lo ideal era que él se mudara conmigo. Nuestros primeros fines de semana de casados, los invertimos en empacar y en tratar de vender algunos de los muebles que no cabrían en nuestro nuevo hogar. Una tarde, mientras él empacaba cuidadosamente sus videojuegos y múltiples películas, me aventuré a investigar cual era el contenido de la caja de la que sacó el anillo. Pero ni en mis peores pesadillas habría concebido lo que me encontré. En la foto del portarretrato estaban él y la muerta (cuando estaba vivía, obvio). Ambos muy sonrientes con una cascada de fondo, él la tomaba de la cintura, y ella lucía en el anular de la mano izquierda, el que ahora es mi anillo. 

 Jerónimo se puso furiosos cuando entró a la recámara y me encontró hurgando en sus cosas.

¡Deja esa caja! 

Ya descubrí que me propusiste matrimonio con un anillo reciclado, no te apures.

No es por eso, no se te vaya a caer…

¿Qué?

Moni.

Sacó la caja de madera que contenía las cenizas de su exmujer y con cuidado la puso en la cama.

¡Estás enfermo! ¿Llevas todo este tiempo viviendo con una muerta en el clóset?

Es que le prometí que nos enterrarían juntos, por eso guardo sus cenizas, para que las mezclen con las mías y nos entierren bajo el árbol que plantamos en el jardín de mis papás.

¡¿Y yo?! ¡¿No quieres pasar la eternidad conmigo?!

También pueden poner tus cenizas junto a las nuestras, no creo que Moni tenga problema con eso.

Cegada por la ira, tomé la caja con las cenizas de la muerta maldita, me encerré en el baño y las vacíe en el inodoro mientras Jerónimo, vuelto loco, intentaba derribar la puerta hasta que finalmente lo consiguió, pero ya era tarde, la Moni se paseaba por el caño sin que mi esposo pudiera evitarlo. 

El resto de la historia usted ya la conoce, encolerizado, me golpeó hasta dejarme inconsciente. Señor juez, le escribo para que Jerónimo sea juzgado como un enfermo, no como delincuente. Cuando desperté en el hospital, mi mamá me contó que la policía lo arrestó mientras vagaba con los puños ensangrentados abrazando la caja vacía. Este hombre no merece ir a la cárcel, él sólo necesita olvidar a la muerta…junto a mí.



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