“Mujer empoderada, nivel Yoko” Un cuento de Ivonne Baqués @amikafeliz

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Mujer empoderada nivel Yoko

“¿Dónde dejaste a Yoko?” Preguntó Roberto de ventas al nuevo becario de finanzas. “¿Quién?” contestó Jaime con genuina inocencia. “Tú jefa ¿a poco no es igualita a Yoko Ono? Nomás, que esta sí se baña…” Jaime soltó la carcajada. A sus veintidós años, Jaime estaba descubriendo que el mundo de los oficinistas no era muy distinto al mundo escolar. De una o de otra manera, sus nuevos compañeros encarnaban estudiantes con cabezas calvas, cuerpos obesos, cabelleras teñidas y caras con arrugas, vistiendo corbatas de Scappino y trajes Hugo Boss.

Roberto y Jaime coincidieron en la fila del comedor, mientras avanzaban lentamente con sus charolas, sus tripas rechinaban hambrientas y sus bocas parloteaban. “¿Neta no sabías que le dicen la Yoko de las finanzas?” Jaime meneo la cabeza, a la vez que salivaba al señalar el chicharrón en salsa verde. “Un día llegó sin maquillaje y no sabes el susto que me llevé…No sólo le dicen así por el enorme parecido, si no, porque al igual que la Yoko, es mala leche y le gustan los chavitos. Ten cuidado.” Jaime agradeció a la cocinera con una sonrisa por haberle puesto doble ración. “¿A Yoko le gustan los chavitos?” Roberto tomó un platito con un trozo de gelatina verde y sin que se diera cuenta la encargada del comedor, también un chocolate. “Millennial tenías que ser, no sabes nada… la Yoko le llevaba al John como siete años, pero tu jefa es la reina en Cougar Town, se dice que Rebeca tiene harta experiencia ligando veinteañeros…”

Roberto cerró la boca, cuando vio de reojo, como una mujer de entre cuarenta y cinco y cincuenta años vistiendo un vestido negro y un saco blanco atravesaba la puerta. Se puso nervioso. “Chin, a ver si no se sienta con nosotros”. Los dos hombres cruzaron el comedor con sus charolas llenas de comida, para irse a instalar en una de las mesas de hasta el fondo. Rebeca entró al salón dando pasos firmes, los zapatos con un tacón de 10 cms. en negro y blanco, sostenían con elegancia sus bien trabajadas piernas. Había estudiado cuidadosamente como sacarle partido a lo mejor de su cara y su cuerpo, como ocultar aquello que ante los ojos de los demás eran imperfecciones. Sabia como vestirse, como maquillarse, como hablar y hasta como caminar, para que nadie dudara que ella era la dueña del dinero de la compañía.

Jaime celebraba a carcajadas las ocurrencias de Roberto, mentalmente comparaba los apodos de sus colegas de oficina, contra los que él mismo le había asignado a sus profesores y compañeros de la universidad. “Además de Yoko, también le dicen la galleta María, por corrientita y sabrosa…” Las risas de Jaime resonaban por todo el comedor, hasta que vio a Rebeca acercarse a su mesa, entonces la cara distorsionada por la risa, adquirió un gesto de solemnidad, por no decir de susto.

-¿Me puedo sentar con ustedes, se ven muy divertidos? (A lo que Roberto contestó con desgano).

-Claro.

-Roberto ¿ya le pasaste a Julia la proyección de ventas para el mes próximo?

-La estoy terminando.

-Te lo pidió desde ayer… En la tarde voy a preparar la presentación para la visita de los japoneses, y de lo que tú mandes voy a sacar algunos datos. Cuando termine de comer, le voy a preguntar a Julia si ya le mandaste la proyección y quiero que me diga que sí…

Roberto acababa de terminar su sopa y apenas había probado el chicharrón, enfurecido, se levantó de la mesa llevándose su charola con algunos platillos intactos.

“Dime Jaime ¿te gusta trabajar aquí?” El muchacho nervioso asentó con la cabeza, le aterraba pensar que esa mujer hubiera escuchado la broma de la galleta María … “Quita esa cara, no te voy a comer. Soy ruda cuando la gente no hace su trabajo, pero Julia me ha hablado muy bien de ti, dice que eres responsable…” Jaime sonrió aliviado. “No sé, igual y si te aplicas, cuando termines la escuela te puedes quedar…” Rebeca tomó el brazo de Jaime apretando sus fornidos bíceps. Él, instintivamente se hizo hacía atrás, luego quiso enmendar su error regalándole una sonrisa. “Cuéntame ¿tienes novia?” Gotas de sudor se deslizaban por la nuca de Jaime, recordaba las palabras de Roberto y dudó entre decir la verdad o inventarse una novia ficticia. “Se llama María”. Entonces Rebeca agregó: “¿Cómo las galletas?” y Jaime palideció. “Perdón por la comparación, no te molestes, seguramente es una chica muy bonita y simpática.” Jaime sonrió nuevamente aliviado. “El noviazgo es una etapa muy bonita, disfrútala, después ya nada es igual. Te lo dice una mujer que lleva quince años durmiendo con el mismo hombre…” Jaime miró su reloj, eran las dos de la tarde y a las tres tenía un examen. Se disculpó con Rebeca y salió corriendo para alcanzar el autobús.

A la mañana siguiente, Jaime se encontraba sacando los pendientes que Julia le había encargado, cuando llegó Rebeca. Llevaba un vestido rojo entallado, saco y zapatos negros. En una mano su costoso bolso y en la otra el celular. Siempre llegaba usando gafas que combinaban perfectamente con su atuendo, dejando una estela de perfume dulzón a su paso. No había manera de que alguien en la oficina ignorará su llegada y que a partir de ese momento, al hablar no bajara la voz.  Jaime la miraba hipnotizado, algo en ella había cambiado, ahora le parecía irresistible. En cuanto Rebeca llegó a su oficina lo mandó llamar.

A Jaime le temblaban las piernas, ella notó su nerviosismo desde que cruzó la puerta, entonces lo hizo sentar lo suficientemente cerca para que pudiera ver a través de su escote. “Ayer estuve pensando en ti…” Jaime abrió los ojos a su máxima capacidad. “Sí, estuve pensando en que Julia tiene mucho trabajo y contratarte sería una buena idea. En mi departamento puedes aprender mucho y esta es una muy buena empresa. Aquí tienes derecho a las clases de japonés hasta que cumples los seis meses, pero yo puedo interceder para que te integres al grupo que acaban de abrir. ¿Cómo ves?” Jaime tenía los sentidos adormecidos por el aroma dulzón de aquel perfume, le habría dicho que sí al mismísimo diablo con tal de averiguar que más había debajo de ese vestido. “Dile a Julia que llame a la nueva de Recursos Humanos.” ¿Te parece si vamos a comer para festejar?”

Rebeca pagó la jugosa cuenta sin siquiera revisarla. Sacó su American Express y dejando un veinte porciento de propina, miró coquetamente a Jaime diciendo: “¿Y si nos vamos de pinta?” Ambos habían bebido lo suficiente para olvidar que ella podría ser su madre. Horas más tarde, Jaime despertó en un lujoso cuarto de hotel sin ropa. El vestido rojo y los zapatos con un tacón descomunal se encontraban regados por el piso. Jaime, poco a poco fue descubriendo el cuerpo atlético que descansaba junto al suyo. La cara de Yoko Ono dormía profundamente ya sin maquillaje. A Jaime no le gustó lo que veían sus ojos, entonces los volvió a cerrar.

Al otro día, Jaime se encontraba en el cuartito de la copiadora, cuando escuchó la voz de Julia del otro lado de la pared, puso atención y pudo distinguir que su interlocutora era la chica de Recursos Humanos.

-Entonces, me pidió que lo ingresara a las clases de japonés que acaban de empezar…

-Clásico, por eso anda de buenas la vieja. Lo que sigue, es que le compre ropa y le de dinero. Durante unos meses ella se verá más joven y parecerá castañuela. Luego se va a sentir su dueña, lo va a perseguir, se le aparecerá en todos lados y a todas horas; se pondrá loca si no le contesta las llamadas y los mensajes. Hará que termine con la novia, él saldrá corriendo y  nosotros terminaremos tolerando su amargura. Así es siempre…

Jaime regresó a su lugar, tomo sus cosas y salió sin decir una palabra para nunca más volver.



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