Entrevista con Café Tacvba Por Leonardo Tarifeño @leotarif #México

MÉXICO.- En la escalinata del Auditorio Nacional hay 43 velas encendidas. Cada una recuerda a un estudiante normalista desaparecido, y detrás de esa luz de fuego que quiebra la oscuridad de la noche vibra un país en estado de shock. Semanas atrás, en la tarde del miércoles 8 de octubre, el cantante de Café Tacvba, Rubén Albarrán, subió a un escenario del Zócalo de esta ciudad para leer las principales demandas de los padres de aquellos a quienes la alianza del Estado y el narcotráfico evaporó en algún lugar del pueblo de Ayotzinapa. El pedido de aparición con vida de los alumnos llegó con la misma voz que durante años puso a bailar a mexicanos de todas las edades, una voz que ya forma parte del patrimonio sentimental de una sociedad que por estos días se sabe obligada a no olvidar. Una voz que, desde esa tarde, se convirtió en la voz de la conciencia.

Las velas que surcan el acceso al Auditorio Nacional recuerdan que los actuales son días de luto y rabia, pero a su manera también subrayan que, precisamente por eso, defender la alegría hoy es muy importante. En el caso de Café Tacvba, la memoria avanza y llega hasta 20 años atrás, cuando la banda grabó, entre Los Angeles y Cuernavaca y con Gustavo Santaolalla como productor general, el legendario disco Re, una fábrica de éxitos (“La ingrata”, “El ciclón”, “Esa noche”, “Las flores”, “El baile y el salón”, “El puñal y el corazón”) que los instaló en el alma de millones de fans y definió una búsqueda sonora que atravesó el rock de manera transversal, sin evitar las influencias culturales del bolero, el ska y el mambo, entre otros ritmos que caracterizarían la trayectoria del grupo. Ahora que Re ya es un clásico del rock en español, Café Tacvba se propuso celebrar su 20° aniversario con una gira internacional que aterriza el miércoles en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Y como de lo que se trata es de homenajear el disco, el show se anuncia como un recorrido por las 20 canciones de Re, un viaje en el tiempo cuya estación final es la reivindicación sonora de un trabajo histórico y, también, la defensa de la alegría a través del baile y la comunión en una fiesta de las que no se olvidan.
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En la intimidad de su camarín, una hora antes de de subirse al escenario, Joselo Rangel bebe y cuenta chistes en una penumbra que se contrapone con los rayos de luz que enfrentará dentro de muy poco ante miles de personas en el Auditorio Nacional. “Me gusta así, esperar el show a media luz. Me tranquiliza”, dice, y cuesta creer que este rockero con 25 años de conciertos sobre la espalda aún se ponga nervioso antes de salir a tocar. Pero es así, está nervioso de veras. Mastica un chicle, se frota las manos, no se puede quedar quieto. Cuando deja de dar vueltas, se sienta para pensar las palabras exactas con las que responde a cada pregunta.
-A 20 años de la salida de Re, ¿cómo lo ves ahora? ¿Qué cosas del disco te emocionan aún? ¿Y qué le corregirías?
-No pienso qué le corregiría; lo tomo como una fotografía del momento en el que estábamos cada uno de nosotros. No podría decir nada del momento en el que estaban México, la juventud o la política en mi país, porque la verdad es que no recuerdo nada. Pero sí me acuerdo en qué estábamos nosotros cuatro.
-¿En qué estaban?
-En una búsqueda musical colectiva, que fue lo que recogió Re. Cada uno aportaba una sensibilidad y un interés distinto, y en Re cuajó todo de tal manera que esas ideas se convirtieron en un solo lenguaje, el lenguaje del grupo.
-¿Y qué te aporta la distancia con esa época?
-Me gusta mucho tener esa distancia. Ahora que decidimos tocar las 20 canciones, el disco completo de principio a fin, descubrimos que había muchas de las que no nos acordábamos. Y ese trabajo exhaustivo de redescubrirlas es muy bonito. Poder decir “ah, sí, eso era lo que estaba haciendo”, como un destello en las composiciones y las letras. Es un proceso muy enriquecedor porque Re es un disco lleno de matices, diverso y complejo, del que se aprende mucho al tocarlo entero.
-¿De dónde surgió la diversidad de Re?
-De la personalidad de los cuatro que lo hicimos. Cada uno aportó su visión y su estilo, es un espejo de cuatro personas. A mí me parece que, si uno quiere, puede ver muy claramente a cuatro compositores en el disco. Pero también, si uno quiere verlo en conjunto, se puede ver a un grupo en acción. Que es lo que realmente somos, un grupo, porque si no lo fuéramos no hubiéramos podido estar juntos 25 años. Pero es así, en Re lo individual y lo grupal están muy presentes.
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Vestido de rojo diablo, o rojo Re, Rubén entona “El aparato” con el énfasis ranchero que necesita la canción. Un cordón de velas lo separan del público y lo unen al drama que por estos días vive el espíritu de su país. La celebración apunta a la alegría de estar juntos, que en definitiva es a lo que miles de fanáticos han venido al Auditorio Nacional. “Muchachos, muchachas, como saben, este show es para celebrar los 20 años del disco Re y nuestros 25 años de carrera artística. ¡Así que no pidan “Chilanga banda” o “Eres” porque recién las vamos a tocar al final! Ahora vamos a hacer todo el disco, y si lo conoces ya sabes cuál es la que sigue”, dice Rubén, para dar paso ni más ni menos que a “La ingrata”. La fiesta está asegurada, y eso que apenas estamos en la segunda canción.
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-Cuando se hace un disco como Re, que ya es un clásico, ¿se siente algo especial durante el proceso de creación? ¿Ustedes sabían ante qué se encontraban?
-Sí, la verdad sí. Pero hay mucho que contar al respecto. Cuando terminamos Re, sentíamos que habíamos hecho algo brutal, una obra maestra. Lo hicimos en Los Ángeles; era la primera vez que trabajábamos en una ciudad desconocida para nosotros, y quedamos muy felices con el resultado. Teníamos muchas ganas de compartirlo, y la verdad es que cuando se lo mostramos a nuestros amigos y familiares no tuvimos la reacción que esperábamos. A todos les parecía muy raro, nos decían que habíamos cambiado mucho, en la compañía discográfica no gustaba nada que no hubiera un “hit”, a los periodistas les pareció que tenía muchas canciones de relleno. Todo fue al revés de lo que creíamos que iba a ocurrir, ya que teníamos planes de conquista mundial.
-¿Y, a pesar de todo, seguían convencidos de que era muy bueno?
-Pues sí, pero ante tanta evidencia en contra…ya te lo piensas un poco más. En Guadalajara nos bajaron del escenario cuando empezamos a tocar las canciones del disco, los fans lo rechazaron mucho. Cómo habrá sido de feo lo de Guadalajara, que tardamos 7 años en volver. Pero la reacción en contra no fue sólo en Guadalajara, ¡fue en todo México! Y en el medio, ¿qué sucedió? Que en Chile y en Colombia le empezó a ir muy bien al disco. Y de a poco, a partir de ahí, Re comenzó a cambiar en la percepción del público. De ser un trabajo que no le entraba a la gente pasó a ser uno de los más representativos del rock en español.
-¿Y cómo valoras tú ese cambio tan radical?
-Pues finalmente son opiniones. Y las opiniones siempre son muy diversas. En mi caso personal, me gusta pensar que la vida es sabia: nosotros pensábamos que nos íbamos a llevar el mundo por delante y resultó que no, que todo tenía su tiempo, que debíamos aprender mucho para estar a la altura de nuestros sueños.
-¿Cómo era el día a día de la grabación? ¿De qué te acuerdas?
-Para nosotros ya era muy interesante el hecho de estar en Los Ángeles. Pero recuerdo que nos tocó la muerte de Kurt Cobain, a quien nosotros no conocíamos mucho. Y la verdad es que de alguna manera nos marcó, porque nosotros ya pensábamos que a lo mejor el rock no era la respuesta para lo que buscábamos. Sentíamos que nuestra búsqueda debía ser muy amplia, y la muerte de Cobain nos los hizo más evidente. Fue una confirmación. Si él se suicidaba, entonces ¿qué podíamos esperar del rock? El rollo del rock and roll, todo eso de morir joven y tal, no es nuestro. Entre nosotros hay un respeto a la tradición, al anciano, no es como el rock a la manera gringa. Pero lo interesante es que Re también era rock. Rock a nuestra manera, ya que los latinoamericanos somos una mezcla.
-Decías que tras la grabación sintieron que habían hecho algo grande, ¿alguna vez volviste a tener esa sensación?
-Ah, sí, ¡siempre! Pero la diferencia es que ya sé que no es la realidad. Cada vez que grabamos un disco siento que no hay nada igual como lo que acabamos de hacer. Me pasó con el último, El objeto antes llamado disco. Lo vimos con mi hermano y yo le decía que es buenísimo e increíble, que es experimental y pop, que tiene de todo. Y él me dijo que me lo tomara con calma, que recuerde lo que pasó con Re. Y sí, finalmente ésa es la mejor actitud.
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“Ojalá sepan estar solos, porque en esos momentos pueden recordar sus sueños. Tiren esos relojes, quemen esos calendarios: el tiempo es sólo una convención. ¿Saben para qué sirve? Para que mañana a las 5 salgan a la calle a chingarle. Pero, muchachos, muchachas, ¡somos más que eso!”, le dice Rubén a su gente, antes de soprenderlos con “Esa noche” y “24 horas”. El riesgo de un show como éste es que el público ya conoce el orden de lo que vendrá; sin embargo, la extraordinaria vigencia de Re demuestra que la novedad de su intuición creativa deslumbra aunque se lo haya escuchado mil veces. Cuando los tacubos se lanzan con “El puñal y el corazón”, todos los que alguna vez bailaron, se divirtieron y se enamoraron con Re saben que está a punto de llegar el final. Y entonces, ¿qué? ¿Se acaba todo con la íntima “El balcón”? Los fans de la Argentina tienen que saber que no. Que la banda regresa después de hacerse rogar un poco, y que Rubén disfruta al anunciar el momento de “las complacencias”. Que va de un lado al otro del escenario, divide a la platea en distintas tribunas, y que a cada una le pide que le pidan una canción. Así, pueden desfilar “María”, “Chilanga banda” “Déjate caer”, “Chica banda”, “Eres” o cualquiera que el público quiera escuchar. Como debe ser en toda fiesta de las que no se olvidan, justo cuando está en juego la defensa de la alegría.
Fuente La Nación