CULTURA , DF / CDMX
El Guerrero Chimalli de Sebastián, cualquier parecido a Mazinger Z es mera coincidencia #Mexico
Sebastián, el escultor responsable de algunas de las peores esculturas de México, regresa a las noticias con El Guerrero Chimalli, un gigante que se puede ver desde cualquier punto en Chimalhuacán, mide 60 metros de altura y costó 30 millones de pesos. Desde luego, los memes no tardaron mucho en circular por las redes. La foto es de Notimex, los memes de los mexicanos.
Entrevista: El Universal
—¿Qué beneficios dejó su obra?
— Beneficios espirituales. Beneficios de que su ciudad está cambiada, que no es el mismo muladar que era en años anteriores.
Al hablar del presupuesto, Sebastian asegura que tiene el contrato firmado; que todo está claro, que es honesto y que de dinero no habla:
“Yo ya me cansé de que me traten así, yo he hecho mucha obra aquí y en el mundo, por todos lados, y está pero clarísima mi actitud. He tenido una serie de ataques gratuitos, que digo: ‘no tengo necesidad’. Lo hice con mucho cariño, lo hice como mexicano”.
¿Qué dice de las críticas a la figura, en redes sociales por ejemplo?
—Me parece muy bien, nada más que me cansa que se vayan más por ese sentido. ¡Claro, el periodismo así es! Pero saquen lo positivo: México necesita cosas positivas, necesita que hablemos bien. Es como cuando alguien se enoja del éxito porque no lo puede tener. ¡Yo qué culpa tengo de tener éxito!
¿Y de comparaciones como con Mazinger Z?
—En el arte todo es válido. Se vale todo. El que quiera hacerlo como una intervención lo puede hacer. Gracias a las críticas me han hecho famoso, eso no es problema. Pero cuando hacen una crítica sin razón, sin sentimiento profundo, pues es una crítica banal.
¿Usted ha dejado la abstracción por la figuración?
—Nunca. Quien conoce mi obra sabe que eso no es una copia de un guerrero realista, es una mera evocación. En todas mis obras es así. Cuando he hecho un caballo es una evocación. Jamás me he salido de mi lenguaje. Es pura geometría, el escudo es un escudo moderno, es un juego geométrico.
¿Cuál es su responsabilidad como artista con el arte en espacios públicos y con recursos públicos?
—La responsabilidad de un artista es, con todo lo que tengo en el mundo, apropiarse del espacio, que esas obras se las apropie el pueblo, que sean parte del pueblo, que sean símbolos e iconos de ese mismo pueblo. Y todas lo han logrado. Siempre se debe pensar qué va a provocar en el espectador. Lo que ha provocado mi Guerrero Chimalli no ha sido del pueblo; son unos cuantos que critican y tienen la capacidad del medio. Pero los niños le dicen “señor Chimalli” porque es de ellos.
Sus obras en los últimos años han sido motivo de controversia…
—Pero la controversia es necesaria. Va ligada con las grandes obras. Si no hubiera controversia estaría yo muy triste la verdad. Pero una controversia con razón, inteligencia, porque si no hubiera esa controversia sería muy digerido, fácil; mediocridad. El que unos se irriten por una obra y que otros la defiendan, es el sentido del arte.
Se cuestiona que son grandes sumas de dinero provenientes de impuestos…
—Lo que pasa es que las personas no saben lo que las obras pueden costar. No protestan por otras obras que, ni cuenta se dan y que se van sumas, pero por una cosa que es para el espíritu, que es para la cultura nacional, empiezan a hacer alarde de protestas. Esto se ve, esto les llega. Piense en lo que cuesta una carretera, un puente, que funcionan, pero cuestan ultra súper millones en relación a una obra plástica.
Lo monumental le importa cada vez más en sus obras. ¿Cuál es el límite?
—Desde las cavernas y la Roma urbana, hasta nuestros días siguió el espíritu del hombre con la necesidad de poner arcos, columnas, como la de Trajano, para conmemorar, decorar y volverse iconos; ahí es donde yo entré para hacer lo que hago. Mis esculturas no son grandes por mi ego y mi vanidad humanas; no, son grandes porque tienen que ser grandes, si no, no serían lo que son. No serían símbolos, no serían agresivas, no irritarían a muchos, y yo quiero a veces que eso suceda, porque si pasa las van a ver más y va a llegar un momento en que las van a digerir.
Su relación con el poder…
—Es mito y es envidia. ¿Cuál poder? ¿Quién? Todo mundo me dice que tengo padrinos, que me digan dónde están para acercarme. He conquistado gentes que admiran mi obra, pero hasta ahí. Claro, compran los que tienen dinero, pero el poder no lo tengo.
Pero tiene más contratos con el poder más que ningún otro artista…
—Porque yo hice mucha obra en el extranjero, y allá gané muchos premios, y los gané por el trabajo, por la intensidad; gané 16 veces en Japón. Si no es éxito eso, que me digan qué es. Es la envidia de que yo pueda producir y que tenga contratos de particulares y gobiernos. Hay mucha gente que está en contra, que dice: “no más una obra a Sebastian” y eso me parece fascistoide. Como si le dijeran a Donatello “no más una obra de Donatello”.
¿Se compara usted con Donatello?
—Me comparo con cualquier creador del mundo; cuando se llega a la excelsitud se es o no se es. Yo he creado un lenguaje. No me comparo con Donatello, me comparo conmigo, con mi presencia. Sólo hay un Siqueiros, sólo un Marín que es un extraordinario escultor, sólo hay un Orozco (me refiero a Gabriel), sólo uno, cuando exista otro es un mediocre. Y sólo hay un Sebastian, el que ha hecho muchas esculturas y lo critican porque llena el mundo de esculturas. Es parte de mi personalidad, es parte de mi carisma a lo mejor.
Al hablar del presupuesto, Sebastian asegura que tiene el contrato firmado; que todo está claro, que es honesto y que de dinero no habla:
“Yo ya me cansé de que me traten así, yo he hecho mucha obra aquí y en el mundo, por todos lados, y está pero clarísima mi actitud. He tenido una serie de ataques gratuitos, que digo: ‘no tengo necesidad’. Lo hice con mucho cariño, lo hice como mexicano”.
¿Qué dice de las críticas a la figura, en redes sociales por ejemplo?
—Me parece muy bien, nada más que me cansa que se vayan más por ese sentido. ¡Claro, el periodismo así es! Pero saquen lo positivo: México necesita cosas positivas, necesita que hablemos bien. Es como cuando alguien se enoja del éxito porque no lo puede tener. ¡Yo qué culpa tengo de tener éxito!
¿Y de comparaciones como con Mazinger Z?
—En el arte todo es válido. Se vale todo. El que quiera hacerlo como una intervención lo puede hacer. Gracias a las críticas me han hecho famoso, eso no es problema. Pero cuando hacen una crítica sin razón, sin sentimiento profundo, pues es una crítica banal.
¿Usted ha dejado la abstracción por la figuración?
—Nunca. Quien conoce mi obra sabe que eso no es una copia de un guerrero realista, es una mera evocación. En todas mis obras es así. Cuando he hecho un caballo es una evocación. Jamás me he salido de mi lenguaje. Es pura geometría, el escudo es un escudo moderno, es un juego geométrico.
¿Cuál es su responsabilidad como artista con el arte en espacios públicos y con recursos públicos?
—La responsabilidad de un artista es, con todo lo que tengo en el mundo, apropiarse del espacio, que esas obras se las apropie el pueblo, que sean parte del pueblo, que sean símbolos e iconos de ese mismo pueblo. Y todas lo han logrado. Siempre se debe pensar qué va a provocar en el espectador. Lo que ha provocado mi Guerrero Chimalli no ha sido del pueblo; son unos cuantos que critican y tienen la capacidad del medio. Pero los niños le dicen “señor Chimalli” porque es de ellos.
Sus obras en los últimos años han sido motivo de controversia…
—Pero la controversia es necesaria. Va ligada con las grandes obras. Si no hubiera controversia estaría yo muy triste la verdad. Pero una controversia con razón, inteligencia, porque si no hubiera esa controversia sería muy digerido, fácil; mediocridad. El que unos se irriten por una obra y que otros la defiendan, es el sentido del arte.
Se cuestiona que son grandes sumas de dinero provenientes de impuestos…
—Lo que pasa es que las personas no saben lo que las obras pueden costar. No protestan por otras obras que, ni cuenta se dan y que se van sumas, pero por una cosa que es para el espíritu, que es para la cultura nacional, empiezan a hacer alarde de protestas. Esto se ve, esto les llega. Piense en lo que cuesta una carretera, un puente, que funcionan, pero cuestan ultra súper millones en relación a una obra plástica.
Lo monumental le importa cada vez más en sus obras. ¿Cuál es el límite?
—Desde las cavernas y la Roma urbana, hasta nuestros días siguió el espíritu del hombre con la necesidad de poner arcos, columnas, como la de Trajano, para conmemorar, decorar y volverse iconos; ahí es donde yo entré para hacer lo que hago. Mis esculturas no son grandes por mi ego y mi vanidad humanas; no, son grandes porque tienen que ser grandes, si no, no serían lo que son. No serían símbolos, no serían agresivas, no irritarían a muchos, y yo quiero a veces que eso suceda, porque si pasa las van a ver más y va a llegar un momento en que las van a digerir.
Su relación con el poder…
—Es mito y es envidia. ¿Cuál poder? ¿Quién? Todo mundo me dice que tengo padrinos, que me digan dónde están para acercarme. He conquistado gentes que admiran mi obra, pero hasta ahí. Claro, compran los que tienen dinero, pero el poder no lo tengo.
Pero tiene más contratos con el poder más que ningún otro artista…
—Porque yo hice mucha obra en el extranjero, y allá gané muchos premios, y los gané por el trabajo, por la intensidad; gané 16 veces en Japón. Si no es éxito eso, que me digan qué es. Es la envidia de que yo pueda producir y que tenga contratos de particulares y gobiernos. Hay mucha gente que está en contra, que dice: “no más una obra a Sebastian” y eso me parece fascistoide. Como si le dijeran a Donatello “no más una obra de Donatello”.
¿Se compara usted con Donatello?
—Me comparo con cualquier creador del mundo; cuando se llega a la excelsitud se es o no se es. Yo he creado un lenguaje. No me comparo con Donatello, me comparo conmigo, con mi presencia. Sólo hay un Siqueiros, sólo un Marín que es un extraordinario escultor, sólo hay un Orozco (me refiero a Gabriel), sólo uno, cuando exista otro es un mediocre. Y sólo hay un Sebastian, el que ha hecho muchas esculturas y lo critican porque llena el mundo de esculturas. Es parte de mi personalidad, es parte de mi carisma a lo mejor.
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Y si quieren saber algunas opiniones de artistas y curadores acerca de Chimalli, pueden continuar aquí.