“El avión de su majestad” Un cuento de Ivonne Baqués @amikafeliz

Había una vez una isla gobernada por un rey de largos cabellos blancos, dientes prominentes y una capacidad nula para administrar la riqueza. Todo el oro que juntaba de cobrar altos impuestos a sus súbditos, desaparecía misteriosamente dejando al reino de Isla Borrego en la ruina.

Una mañana, el rey mandó llamar a todos sus consejeros para solucionar de una vez por todas el tema de la pobreza que en los últimos años había azotado a su reino.

-Como todos saben, los recursos que hemos juntado de los impuestos son insuficientes, las arcas del reino están vacías y no podemos seguir así. Los he mandado llamar para que me digan que debo hacer. Ayer mandé colgar a un grupo de revoltosos que exigían afuera del Palacio medicinas; antier, a otros que pedían a gritos comida y el día anterior, a un grupo que se quejaba por los impuestos tan altos. Si seguimos así, pronto me quedaré sin gente a quién gobernar.

Entonces Lord Pocoshuevos pidió la palabra.

-Su majestad, yo opino que los impuestos que cobramos son bajos, no le podemos hacer caso a la chusma, esa gentuza de todo se queja, un quince porciento de aumento sería la solución.

El Conde de Valemadres interrumpió para contradecir al Lord.

-Su majestad, un incremento en los impuestos sería como incitar a una revolución, ya tuvimos bastante cuando la reina le dijo a la muchedumbre enardecida que si no tenían pan, que comieran pastel. ¿Y si mejor administramos de manera más eficiente lo que recaudamos?

En el salón todos callaron. Mirando al Conde como si fuera un insecto ponzoñoso al que urgía eliminar. El rey Enanoli rompió el silencio.

-Conde de Valemadres ¿Usted cree que no sé administrar la riqueza de mi isla?

-No su majestad, jamás tendría la osadía de decir eso, pero sí creo que sangrar más la economía del pueblo no es la solución.

-Según usted ¿cuál sería entonces la solución?

-Tal vez, recortar los gatos, eliminar los viajes de su alteza y suspender las fiestas en palacio por un tiempo, ayudaría a sanar las finanzas.

Los murmullos inundaron el salón.

-Y bueno, si ya no viajará su majestad, entonces, ya no necesitará del avión real. ¿Cómo ve si lo vendemos y con ese dinero compramos medicinas?

-Conde de Valemadres ¿Me está pidiendo que venda mi preciado avión para darle medicinas a los revoltosos? ¿Y yo que ganaría si le hago caso?

-Que aumente su popularidad, que la gente lo quiera…

Entonces Lord Pocoshuevos interrumpió.

-Su majestad es amado por su pueblo.

-¿Ah sí? ¿Entonces porque la gente enfurecida se manifiesta afuera de palacio?

-Porque son un grupo de mal agradecidos, que no valoran lo que su majestad hace por ellos y sólo se saben quejar. El resto de la isla está muy agradecida con nuestro amado rey.

-Creo que Lord Pocoshuevos necesita salir más a la calle, para darse cuenta de la realidad.

-Perdón Conde de Valemadres, pero yo tengo otros datos.

-Si sólo escucha a los fanáticos seguro que sus datos son otros.

Entonces el rey enfurecido interrumpió.

-¡Conde de Valemadres ¿Osaís llamar fanáticos a los fieles servidores de la corona?

-Llamo fanáticos a quienes no quieren ver la realidad.

El rey ordenó que el Conde de Valemadres fuera encarcelado. Al amanecer fue ahorcado en la plaza mayor junto a los líderes de las manifestaciones y su cuerpo permaneció colgado durante veinte días y veinte noches.

Cuando la Condesa de Valemadres, viuda del ahorcado pidió al rey que le entregara el cuerpo de su marido para darle cristiana sepultura, este se dio cuenta de que la viuda era verdaderamente hermosa y accedió. Durante los funerales, se acercó a ella para expresar sus respetos.

-Condesa lamento la muerte del Conde, siempre fue un leal servidor, no sé quien le metió esas ideas revolucionarias en la cabeza…

-Su alteza, la idea del avión fue mía…

-¡¿Vuestra?!

-Sí, yo sólo quería ayudar a mejorar la imagen de su majestad.

-¿Así que la Condesa cree que mi pueblo no me quiere?

-Digamos que lo podrían querer todavía más…

-Y si vendiera el avión para comprar medicinas ¿La Condesa sería feliz?

-Sí su majestad, mucho.

-No se diga más, mañana iniciaré la venta del avión.

Al día siguiente el rey mandó llamar a sus consejeros para encargarles la venta del avión y una campaña nunca antes vista en la historia de la isla. Había que hacerle saber al pueblo que su rey estaba dispuesto a sacrificar sus viajes y su avión, para que sus súbditos tuvieran medicinas.

A lo largo de todo el reino se distribuyeron carteles con la foto y precio del avión, pero nadie lo quiso comprar.

Un día llegó al palacio una carta dirigida al rey Enanoli firmada por la condesa de Valemadres la cual decía:

Su majestadad:

Estoy muy agradecida por todo el esfuerzo y empeño que ha puesto para la venta del avión. Es una lástima que nadie tenga el capital para comprarlo. Me hacía mucha ilusión ver a su alteza convertido en el salvador que nuestra isla necesita.

Si Dios nos hace el milagro y se vende, yo misma iré a prestar mis respetso y lealtad a nuestro nuevo mesías.

Siempre vuestra.

Irene Von Bella viuda de Valemadres

Después de leer la carta, el rey convocó nuevamente a sus consejeros.

-¡Urge que vendamos ese avión!

A lo que Lordpocoshuevos contestó:

-Su majestad, la aristocracia dice no tener dinero suficiente para comprarlo y la gente del pueblo menos.

-¡Pues oblígalos! Los duques, condes y marqueses se han visto muy favorecidos durante mi reinado, es tiempo de que me devuelvan el favor.

-¿Y si su majestad mejor convoca a una rifa? Es más fácil que compren un boleto a que compren todo el avión.

-Lord Pocoshuevos sois un genio. Las tierras del líder de la manifestación de ayer, serán vuestras. Mañana mismo quiero un decreto donde diga, que todos los habitantes de la isla estarán obligados a comprar un boleto para la rifa del avión y los de la aristocracia diez. Y al que no esté de acuerdo lo cuelgan. 

La viuda de Valemadres recicibió la respuesta a su carta acompañada de un collar de rubies.

Mi señora:

No tengo como agradecer vuestro apoyo incondicional a la corona y a su rey.

No puedo esperar a vender el avión para verle. Le espero mañana en palacio para cenar.

Siempre vuestro.

Enrique Enanoli Señor de Pendejolandía y Rey de Isla Borrego.

Durante la cena, el rey no escatimó en halagos hacía la Condesa por su belleza sin igual y la Condesa en halagos sobre la inteligencia y valentía del rey. Al llegar el postre, el rey se abalanzó sobre ella para besarla y ella poniendo resistencia le dijo:

-Mi señor, nada me haría más feliz que ser vuestra, ante los ojos de Dios y de vuestro pueblo que tanto os ama, pero sois un hombre casado y yo, una dama, que aún está de luto. Tal vez cuando se haya vendido el avión y la gente tenga medicinas, mi ánimo mejore.

El rey la dejó ir dándole un beso en la mano para después meterse a bañar con agua fría.

Lord Pocoshuevos estaba al tanto de los coqueteos del rey con la condesa, entonces para ganar el favor de la reina, le contó con lujo de detalles todo lo que sabía. Esta, al enterarse del regalito que le hizo su marido a la viuda, montó en cólera, huyendo del reino con Lord Pocoshuevos y el dinero que se había juntado de la venta de los boletos para las medicinas.

Al rey le dolió más el robo que el abandono de su mujer y la traición de su amigo. Ordenó a sus consejeros guardar el secreto del robo, hicieron pasar a una de las prisioneras como la difunta reina y pasado el luto reglamentario, contrajo nupcias con la viuda de Valemadres.

En la noche de bodas la recién casada le dijo al rey que hasta que comprara los medicamentos se consumaría el matrimonio, a lo que el rey no tuvo más remedio que confesarle la verdad. Ella mandó llamar a una de sus damas, quien casualmente era la viuda de uno de los líderes rebeldes que fue colgado junto con el Conde.

-Georgina, prepara mis aposentos, esta noche dormiré sola.

El rey rogó, pero la única respuesta que escuchó fue: “Seré vuestra hasta que sea reina”.

El día de la coronación de la nueva reina, afuera de la catedral, el pueblo exigía que el dinero del avión se utilizará para las medicinas y afuera del palacio, los nobles encabezados por el Marqués de Nomejodas exigían que se le entregara el avión al ganador de la rifa.

En medio de una crisis sin precedentes, el rey se fue de luna de miel en el avión de la discordia acompañado de sus guardias, la reina y sus damas de compañía. Al llegar al reino de su primo, el rey Muchagrasa, se instalaron en un castillo a las afueras de la ciudad y después de un baile de bienvenida en honor a los reyes recién casados, Enanoli e Irene subieron a sus aposentos.

La reina mandó llamar a Georgina y le pidió una botella del mejor vino y dos copas. Mientras Enanoli esperaba ansioso a que su mujer se metiera en la cama nupcial, el pueblo de Isla Borrego destrozaba los edificios públicos y la nueva reina vertía dos gotas de veneno en su copa de champagne.

Ambos brindaron por una felicidad eterna y después de beber todo el contenido de la copa, que coquetamente le ofreció su esposa, Enanoli se convulcionó. La reina se desnudó frente a él y susurrándole al oído pronunció las siguientes palabras: “Nada de esto será tuyo maldito asesino, el Conde era mil veces más hombre que tú”. Después de escuchar y mirar a su esposa, el rey murió. La reina se vistió, lavó la copa y la llenó nuevamente, vació el veneno en el inodoro y comenzó a gritar: “¡Auxilio, el rey se muere, auxilio!”

Los médicos determinaron que el rey había sido envenenado. La reina amenazó con declararle la guerra a Muchagrasa argumentando que fue envenenado durante la cena. Este para no tener problemas le dio una gran suma de dinero, pidiendo que se largara con su avión y su muertito.

Al regresar a la isla, la nueva reina enterró al rey acompañada de la aristocracia de Isla Borrego. En cuanto el muerto estuvo en el hoyo, utilizó el dinero que le dio el rey Muchagrasa para comprar medicinas, conservando el trono y el avión, hasta que este dejó de funcionar y lo tuvo que vender como chatarra.