“El detector de pendejos” por Ivonne Baqués @amikafeliz #HelloDFicción #Shortstory

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El detector de pendejos.

Susanita llegó a las seis y media de la mañana a la oficina. Prendió su computadora y comenzó a escribir, después sacó de su mochila un cuaderno y una calculadora. Hizo unos trazos, anotó números, calculó lo mismo una y otra vez, hasta que un grito de felicidad salió de su garganta: “¡Al fin!” Después escuchó una voz varonil “¿Al fin qué?”.

-Buenos días licenciado.

-Hice una pregunta.

-Al fin voy a terminar mi proyecto y con eso podré graduarme.

-¿Graduarte de qué?

-Ingeniera en Robótica.

-¿Así que usas el tiempo y los recursos de la compañía con fines personales?

-El tiempo no, por eso llego dos horas antes, los recursos… es que no tengo computadora, me asaltaron saliendo del metro.

-Comunícame con Spencer a Londres y tráeme mi café. ¿De qué trata tu proyecto?

-Es el prototipo de un detector de pendejos. El licenciado Galván se echó a reír.

Al terminar su llamada, Galván llamó a Susanita.

-¿Qué necesitas para construir un detector de esos?

Durante dos horas, la chica explico a Galván cuáles eran los criterios del robot para determinar si alguien pertenecía al selecto club de los pendejos o no. Al finalizar la reunión Susanita imprimió una larga lista de materiales y costos.

-¿Y de dónde vas a sacar tanto dinero?

-No tengo que llevar el robot construido, con que a los sinodales les guste el proyecto y no me caigan en algo que no pueda explicar, es suficiente.

Esa noche Galván no pudo dormir, se imaginaba lo útil que sería en su poder ese aparato, hizo cuentas pero no le alcanzaba. “¿Cuánto me darían por la camioneta de mi suegra?”

Al día siguiente cuando Susanita llegó a la oficina, Galván ya se encontraba café en mano.

-Quiero ser tu socio, yo pongo el capital y tú la mano de obra, cuando termines el robot yo lo uso y tú lo presentas en el examen,  así nadie podrá decir que tu proyecto no sirve. Te graduarás, fundaremos una compañía, los aparatos se venderán como pan caliente y nunca más tendrás que servir un café. ¿Qué te parece?

-Ok, pero la patente quedará a mi nombre.

Galván consiguió el dinero, Susanita los materiales y un mes después ya estaba listo, un pequeño artefacto  que más que un robot parecía una grabadora. Los nuevos socios colocaron el detector sobre el escritorio de Galván, de manera que el aparato pudiera tomar fotos y grabar las voces de quien se sentara en la silla.

¿Quién mejor que el pendejo de Godínez para calibrar si el invento servía o no? Más de treinta años en el mismo puesto, con los mismos trajes y los mismos lentes, soportando toda clase de regaños de manera sumisa lo habían hecho acreedor al distinguido sobrenombre de: “Pendínez”.

“Godínez siéntese.” Dijo Galván mientras señalaba la silla que quedaba frente al mini robot. “¿Ya tiene los reportes que le pedí ayer?” En el monitor apareció la leyenda: “Grabando”. “Fíjese licenciado que le mandé a ventas un mail pidiendo la información para el reporte y aún no me la envían”.  Se prendió un pequeño foco en la nueva máquina, parpadeo indicando que estaba lista para tomar la foto, más tarde la cara de Godínez apareció en la pantalla de Galván junto a la palabra: “Procesando”.

“Godínez hágame un favor, mueva su trasero, suba las escaleras y pídale a ventas la información directamente, necesito el reporte para antes de las cinco, ahora váyase.” Como niño con juguete nuevo, Galván esperaba ansioso la respuesta del detector, Susanita entró corriendo en cuanto Godínez dejó la oficina. “¿Ya tenemos el resultado?” el botón dejó de parpadear y en la pantalla apareció la anhelada respuesta: “Nivel de pendejez extremo”. Susanita dio un grito de felicidad y Galván la abrazó, después unieron sus bocas en un largo beso.

Galván hizo llamar a todos sus gerentes,  a uno por uno los sentó en la silla, y el pequeño robot siguiendo el mismo procedimiento arrojó resultados diversos, nivel de pendejez medio, nivel de pendejez alto. Y todos los resultados los festejaba con Susanita a carcajada limpia, hasta que apareció un resultado que no esperaba, nivel de pendejez nulo.

-Ahora resulta que según tu máquina Martínez es muy inteligente. ¡Pinche pendejo creído!

-Pues ya ves que se graduó con honores en Harvard y el Director de Finanzas a nivel mundial lo tiene en alta estima…

-¡Ya, ya! Está bien, le creeré a tu aparatejo ¿Y desde cuando me tuteas?

-Desde que me dijiste que seré tu socia y metiste tu lengua en mi boca.

Galván otra vez no pudo dormir, le angustiaba saber que uno de sus subordinados fuera un joven genio ¿y si en Londres se les ocurría practicar exámenes de IQ y en base a eso promover a los empleados? ¿y si ponían a Martínez en su puesto? Ante esta pregunta, él solito se contestó que no tenía nada que temer, obviamente, su inteligencia y capacidad eran superiores a las de Martínez, pero cuando estaba a punto de conciliar el sueño, otra pregunta lo abordó: “¿Y si no?”

Llegando a la oficina pidió a Susanita sentarse en la silla para ver si pasaba la prueba, sólo para estar seguro de que el aparato funcionaba y como era de esperarse el resultado fue: “nivel de pendejez nulo”. “Eres un genio querida socia.” Nuevamente se besaron, Galván intentó deslizar sus manos hacía el trasero de la chica pero ésta lo apartó. “Después de que pase mi examen lo que quieras.”   

Cuando estuvo solo, Galván hizo la prueba con el mismo, los minutos que tardó el detector en procesar los datos fueron suficientes para que se hiciera todo tipo de historias. “Si sale que soy muy pendejo, lo rompo”. El resultado no fue halagador: “Nivel de pendejez alto”. “¡Ahora resulta que Martínez es más chingón que yo!” A punto estaba de tirar el aparato al suelo cuando Susanita abrió la puerta.

-Ya me voy, me llevo a mi bebé.

-¿Por?

-Mañana es mi examen.

-¿Cómo te vas a ir en metro cargando esto?

-Voy en taxi.

-¡Olvídalo! Yo me lo llevo y mañana temprano paso por ti y vamos juntos a tu examen.

Susanita lo miró extrañada, llevaba tres años trabajando con él y sabía perfectamente que la amabilidad no era su fuerte, aún así aceptó.

Dieron las siete de la mañana del viernes, las siete y media y ni señales de que Galván se fuera a parar por casa de Susanita. A  las ocho y diez, la joven entró corriendo al auditorio de la universidad empapada en sudor.

A las ocho de la mañana del lunes Galván llegó a la oficina con un ramo de rosas, pero Susanita no estaba. Dieron las nueve, las diez, le marcó a su celular y nada, ya se estaba preocupado cuando alrededor de las diez y media llegó.

-No te voy a preguntar si todo está bien, sólo te puedo decir que estoy muy arrepentido, lamento haber saboteado tu examen, cuando quise meter el aparato al coche se me resbaló y no tuve el valor para decírtelo. (Entregó con una mano las flores y con la otra la bolsa negra de basura con los pedazos del robot).

-A decir verdad todo está perfecto, los sinodales quedaron encantados con el proyecto ¿recuerdas que no era necesario llevar el aparato? Olvidé comentarte que el robot mandaba directamente todos los resultados a mi celular, para así documentar las evidencias de que el proyecto era funcional. Entonces cuando recibí la notificación con tu foto de que eras un pendejo de alto nivel, deduje que harías alguna fregadera, así que preparé mi presentación de tal modo que no necesité del robot.

Galván se quedó helado, ante los ojos de Susanita era un maldito y ruin mentiroso y todas las posibilidades de tener algo más que besos se estaban esfumando.

-Quita esa cara, no pasó nada grave, al contrario. Uno de los coordinadores de la carrera, me pidió que fuera parte de su equipo de investigación para diseñar un detector de golfas. Y eso no es lo mejor, llegué tarde porque estuve hablando con Spencer, ya ves que con la diferencia de horario, a Londres hay que llamar temprano.

-¡¿Y qué chingaos tienes tú que hablar con mi jefe?!

-Nada, sólo le mandé los resultados que arrojó el detector para que supiera que sometes a tus empleados a pruebas discriminatorias sin su consentimiento y para que básicamente, conozca el nivel de pendejez que manejas…

-¡Eres una maldita puta!

-Puta sí, maldita no y tú eres un pobre acomplejado que ni siquiera besa bien. No te preocupes por correrme, ya le presenté mi renuncia a Spencer y se comprometió a darme una jugosa indemnización para que no los demande.

Susanita salió de la oficina de Galván azotando la puerta, después guardó sus cosas en una caja y se despidió de todos, mientras, Martínez la esperaba en el estacionamiento para ir a festejar.



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