En un lugar de Polanco – Un cuento de Ivonne Baqués @amikafeliz

En un lugar de la Polanco, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo trabajaba un godín de los de corbata fina, iphone X y Audi, comprados a pagos chiquitos.

De lunes a jueves, juntas; los viernes comidas en elegantes lugares; borrachera los sábados y crudas los domingos. Así consumía las tres partes de su quincena. El resto era para pagar renta y deudas.

Tenía en su casa una trabajadora que pasaba de los sesenta, una sobrina que no llegaba a los quince y un perro de fina raza. Frisaba la edad de nuestro godín con los cincuenta años, era de complexión delgada, arrugas en el rostro, mal madrugador, muy amigo de la cama y del encargado de las copias, a quien de sobrenombre lo llamaban “Sancho Kekas”, por su afición a la quesadilla. 

Es de saber que este desdichado godín, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a las series con tanta afición y gusto, que se olvidó casi de la gente que lo rodeaba y llegó a tanto su ociosidad y desatino, que vendió las joyas que su hermana había heredado a su hija, para comprar pantallas y equipos de sonido envolvente. Por estas y otras razones perdió nuestro pobre godín el juicio.

Tuvo muchas veces competencia con el gerente de finanzas (que era hombre graduado en Harvard), mientras que él era pocos estudios y mucha apariencia, lo que había puesto en más de una ocasión en riesgo su empleo.

Una mañana de diciembre, mientras la Navidad se acercaba a paso veloz, Sancho Kekas escuchó desde el cuartito de la copiadora a la secretaria de Recursos Humanos decirle a la de producción que antes de que acabara el año liquidarían a la recepcionista.

-¿Es en serio? Pero si Dulcinea se está divorciando, ya bastante feo es pasar la Navidad sin marido para que ahora también la pase sin trabajo.

-Y eso no es lo peor, ya me pasaron su cheque y no la van a liquidar al 100%. 

-¡Pero ¿por qué?! Si la están corriendo por recorte, la tienen que liquidar al cien.

-Chingaderas del de finanzas, él bien sabe que ella no se pueda dar el lujo de irse a juicio, porque tiene tres niños y necesita la lana, entonces va a terminar aceptando lo que le den.

 Sancho Kekas le fue con el chisme a nuestro godín de fina estampa, quien además de ser holgazán y fantoche, también era sensible a las injusticias. Se dedicó a idear un plan para evitar que corrieran a Dulcinea o, ya de perdida, conseguir que la liquidaran al cien. Y autonombrándose Don Q de Polanco, intentó leer la ley federal del trabajo para investigar si lo que estaba haciendo el de finanzas era legal, pero no logró pasar del artículo cinco sin quedarse dormido. 

Una de tantas mañanas en las que se le hizo tarde, llegó derrapando su Audi en el estacionamiento cuando casi atropella a Dulcinea, quien salió del edificio llorando con amargura tal, que el corazón de nuestro sensible godín sintió partirse en dos. Dejando mal estacionado su coche, se bajó corriendo para abrazarla, ella al sentirse contenida lloró como si no lo hubiera hecho en años.

-¡No es justo licenciado, no es justo! Llego temprano, me voy tarde, hago todo lo que me piden y ni siquiera me dieron mi dinero completo. Les voy a tener que decir a mis hijos que no habrá Santa Claus este año… –

Don Q, sin pensarlo, sacó todo el dinero que traía en la cartera y se lo entregó a Dulcinea junto con su reloj.

-Espero que te alcance para algunos juguetitos. 

Dulcinea lo abrazó y sin decir palabra se fue. Don Q enfurecido, subió a la oficina del de finanzas con toda la intención de agarrarlo a golpes, pero tan buena fue su suerte, que en vez de encontrarse con su feo rostro, se encontró sobre el escritorio un cheque en blanco con la firma de quien ahora era su archi enemigo. Sin dudarlo lo tomó y salió corriendo antes de que el dueño del cheque regresara.

Inmediatamente llenó el documento con el nombre de la señora que le ayudaba en casa. Antes de que descubrieran su desaparición y lo cancelaran, fue por Doña Naty. La llevó al banco y juntos cobraron el cheque que llevaba más ceros de los que la señora pudiera imaginar. El dinero fue repartido en cuatro partes iguales, una para su sobrina, otra para pagar sus deudas y las dos sobrantes para Doña Naty y para la damisela en apuros. 

Esa tarde Doña Naty tocó a la puerta de Dulcinea y cuando ella salió, le entregó una bolsa con el dinero. “Le mandan esto”. Y antes de que la joven mujer viera el contenido de la bolsa, Naty echó a correr. 

“Nadie puede sospechar de un hombre que usa corbatas finas y maneja un Audi” -Pensó nuestro godín. 

Convencido de que nadie sospecharía de él, todavía asistió esa noche al brindis de la empresa, acompañado de la recién corrida Dulcinea. Al calor de los wiskies, se armó de valor para pedirle matrimonio.

-Dulcinea, siempre te he amado en secreto. Si te casas conmigo, no pasaras la Navidad sin marido y yo no la pasaré pensando en ti…

-Sí, casémonos en Las Vegas, contestó la ebria mujer.  

Tomando de la mano a su amada, Don Q salió corriendo de la fiesta, no sin antes robarse una botella de tequila. “Hermosa damisela, hágame el honor de subirse a mi nave ¿Qué digo nave? De ahora en adelante se llamará Rocinante”. La mujer echó a reír y sin pensarlo siquiera tomó el lugar del copiloto. Mientras nuestro ilustre godín manejaba, ella se empinaba la botella convidándole tragos de tequila directamente de su boca.

-Mi amada Dulcinea ¿sabes dónde vive Rodríguez? se que su casa está cerca de la oficina pero no la ubico bien.

-Aquí a tres calles ¿por?

-Lo extrañé en la fiesta, vamos a llevarle serenata.

-Me chismearon que lo corrieron porque hizo un desfalco.

– No importa…

Estacionó el Audi frente a la casa de aquel, al que acababa de vaciarle la cuenta bancaria de la compañía y a todo volumen le dedicó la canción de Puto.

Que muy machín ¿no?
Ah muy machín ¿no?
Marica nena, más bien putín ¿no?

“¡Rodríguez, eres un cobarde! Muy machín para correr a la gente ¿No? ¿A ver ahora que se siente?!” Entonces tomó uno de los zapatos de tacón que Dulcinea había dejado en el asiento de atrás mientras descansaba los pies en el tablero y lo aventó a la casa, con tan buen tino que rompió una de las ventanas. Entonces se prendieron las luces.  Aterrado, subió a su auto y a toda velocidad huyó. Al llegar a Masarik se pasó el alto sin darse cuenta que venía un Tsuru. 

Una ambulancia se llevó al único sobreviviente del accidente, quien seguía aturdido por el golpe y las grandes cantidades de alcohol que transitaban por sus venas. 

-¿A dónde me llevan?

-Al hospital 

-¿Y mi Rocinante?

-¿Quién?

-Mi nave…

-Hecha pedazos

-¿Y mi Dulcinea?

– Muerta. En cuanto te sientas mejor, la policía quiere hablar contigo…

– ¡Calla! Y ¿dónde has visto tú, o leído jamás, que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?

Ivonne Baqués

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