“Exigir y exigirse más allá del Goya” por Carlos González @carlosgvi

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Las agresiones de ciertos grupos porriles hacia alumnos de la UNAM el pasado lunes 3 de septiembre fueron el detonante de una serie de expresiones que no pueden interpretarse en una sola voz de la sociedad, la de los estudiantes. Se trata de un país entero manifestando el malestar que produce las líneas de un Estado fallido: violencia, corrupción, impunidad y censura, principalmente. Detrás de ese conflicto suscitado en Ciudad Universitaria se hallan violaciones, desapariciones, periodistas asesinados y poca credibilidad en nuestras Instituciones.
A unos meses de que Andrés Manuel López Obrador inicie su mandato presidencial, parece ésta una coyuntura necesaria para reflexionar sobre lo hecho y lo que queda por hacer, ya sea como ciudadano, estudiante o ser humano. Por lo anterior, en este espacio daré voz a la reflexión que hago todos los días sobre los distintos contrastes que respira la Universidad y que hoy justifican, quizá, una parte del simbolismo que caracteriza a sus estudiantes en este tipo de situaciones. Para bien o para mal, una reflexión que va más allá del goya. 

 

Reflexionar a fin no de responder los cuestionamientos de ciertos compañeros sobre mi falta de interés por no asistir a la marcha estudiantil del pasado 5 de septiembre sino de evidenciar lo que hay detrás de dichos cuestionamientos. Cuestiones que dejan entrever que el ideal universitario es todavía algo inexplicable del que todos quieren ser parte aunque aún de forma irresponsable. Irresponsable no por falta de organización sino de voz o criterio en otras áreas, como desde la aula misma, por ejemplo. Es decir, me parece que una pancarta se vuelve irreconocible cuando el interés del que se habla carece en otras índoles. Por ejemplo:

Falta de interés por la extensa oferta cultural de la UNAM, que entre líneas se traduce en una falta de información sobre historia, tradiciones y comunidades. Los talleres y actividades comunes son aún para muchos un pretexto económico. 

Falta de interés por la investigación. La falta de lectura y la escritura siguen siendo una constante entre universitarios y gran parte de ello se refleja en una falta de seguridad por decir lo que se piensa, en miedo a las equivocaciones y en el conocimiento por memoria y no reflexión. La información digital ha sustituido toda una serie de contenidos que bien pueden justificar otro pensamiento, relegando así la búsqueda de alternativas. Las fuentes primordiales se reducen cuando debiese ser todo lo contrario. 

Falta de empatía por el otro. La falsa competencia que se enseña desde educación básica encuentra su conflicto en la Universidad. Los debates parecen una búsqueda de autenticidad antes que de soluciones. El ego del universitario es un vacío de oportunidades por extender el conocimiento, muchas veces consecuencia de una falta de ideología. Las ideologías en la Universidad, por increíble que parezca, terminan por contradecirse en el afán de rebasar y no acompañar. 

Falta de compromiso escolar. Si consideramos que en México sólo 17% de los jóvenes logran estudiar la universidad y del cuál solo 1% cuenta con una maestría y poco menos con doctorado, es necesario indagar en toda una serie de factores que impactan en el nivel educativo. Me atrevo a decir que algunas de las causas en el día a día son el bajo financiamiento económico (aún cuando se trate de escuela pública), las pocas oportunidades laborales durante la carrera y la poca certeza sobre lo que se quiere estudiar.  Estas condiciones, sin duda, podrían ser parte de la situación que albergan los jóvenes que deciden participar en los grupos porriles. 

Un último factor sería la fragilidad en el servicio profesional de carrera de nuestro país. La igualdad de oportunidades para ingresar y desarrollarse en el servicio público no es del todo cierto. La competitividad se ve rebasada por el desvío de plazas a favor de una remuneración económica más que por conocimiento y mérito. Corrupción pues. Por ello, muchos egresados viven en un limbo, lejos de continuar una formación académica deciden saciar la búsqueda de oportunidades en un trabajo que no les satisface y que desde luego no sólo sucede en el contexto público. 

Así, me parece que son 5 los obstáculos que afectan el modelo de desarrollo educativo, que inciden además en la situación que estamos viviendo como sociedad y que hoy colmaron la poca tranquilidad que aún prevalecía en el contexto estudiantil. Sin embargo, todos sabemos que los problemas son muchos aún y que desde luego es indiscutible la exigencia, unión y valentía de los 30 mil alumnos que fueron parte de una misma causa la semana pasada. No ser parte de ello no tiene por qué ser consecuencia de una falta de interés o información. El silencio es también una forma de expresión que hoy traduzco en estas líneas. 

La reflexión importante que queda por hacer y poner en práctica no está escrita en pancartas ni en un goya. Sentencia delicada pero que no me hace más o menos universitario ni mejor o peor persona. Creo que la manifestación que se tuvo es una oportunidad esencial para comprender que también se es universitario fuera de las escuelas y que el recorrido escolar no recae meramente en la búsqueda de un título profesional ni en el obtener conocimiento. Es más que eso; es concebir el significado de ser ciudadano; es respetar la diversidad de pensamiento; es hacer de la autonomía un ejercicio de respeto y exigencia hacia nuestras instituciones; es convencerse de la responsabilidad que implica la libertad, no el libertinaje.

Exigir y exigirse a sí mismo es la reflexión final. Interpretarla, llegar a ella y hacerla valer es un acto de carácter antes que de buena fe. Carácter es lo que aún hace falta en los universitarios pero nunca es tarde para forjarla. 

 



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