“Lady Tamales y Lord Fifí” un cuento de Ivonne Baqués @amikafeliz
Lady Tamales y Lord Fifí
“¡Hay tamales, calientitos de a diez pesooooos, tamales!” Así pregonaba Lady Tamales a todo pulmón, mientras empujaba su carrito por las calles de la colonia Santa María la Ribera en la Ciudad de México. Como de costumbre, al dar las seis de la tarde Lady salió de la vecindad donde vivía en la calle de Amado Nervo y recorrió las calles en busca de clientes. Al dar las ocho, se dirigió al parque para instalarse frente al Kiosko Morisco a un lado del carrito de Juan Elotes.
– ¿Sigues enojada? Ya te dije que Paty Helados no me interesa, sólo me gustas tú.
-Y yo ya te dije, que por mí, puedes hacer lo que quieras…
– ¿Ya vistessss como eres?
Lady Tamales lo ignoró el resto de la noche, al dar las diez, tomó su carrito y los cincuenta pesos que había juntado, pero esta vez en lugar de irse a su casa, decidió probar suerte a fuera del metro San Cosme. “¡Tengo de rajas, de mole, de dulce y verdes! ¡También hay atole de cajeta!”. En tan sólo una hora ya había logrado vender veinte tamales y cinco atoles, estaba lista para irse cuando escuchó una voz rasposa.
-Dame por favor uno de rajas y un atole. – El treintañero de tez morena miraba detenidamente a la joven de los tamales, hasta que se atrevió a preguntar- ¿De casualidad tú no estudiaste en la primaria Andrés Bello?
La muchacha sin mirarlo siquiera contestó:
-Sí. Y tú eres el que consiguió una beca para estudiar la secundaria en una escuela bilingüe, la que está en la calle de Sor Juana, la de los mocosos engreídos de uniforme azul. Lord Fifí te decían.
– Tienes muy buena memoria, la mía es mala…-Y avergonzado preguntó- y tú ¿eres…?
-Son veinte pesos…Lady
– ¡Sí claro, Lady Tamales! ¿Sigues viviendo enfrente de la casa de Anita Mocos?
-Sí, y a ti ya ni te pregunto si sigues viviendo con tus tíos, ya sé que vives en los lujosos departamentos que dan al parque, todas las noches sales con tu novia a pasear al perro y ni siquiera saludas.
Lord Fifí pagó y no supo si despedirse de mano o de beso, así que termino dándole la mano esperando a que ella se acercara, pero eso no sucedió. Cuando él ya se encontraba lo suficientemente lejos, Lady Tamales llevó su mano a la nariz para oler la loción que aquel hombre había dejado en su piel.
Alrededor de la media noche regresó Lady Tamales a la vecindad, dejó su carrito debajo de las escaleras y cargando el bote semi vacío subió al segundo piso, tocó a la puerta de Cecy Chamacos y cuando está abrió cargando a un bebé, mientras cinco niños de diversas edades corrían por todo el departamento, entregó el bote diciendo: “Manita, hoy sí se vendieron casi todos, pero de a tamal por choya si alcanza, mañana te mando atole con mi mamá”.
Sigilosamente llegó hasta su habitación, se desvistió y cuando se iba a meter a la cama su mamá tocó a la puerta.
-Llamó Mimosa, dice que este fin de semana no viene porque su papá la va a llevar a Six Flags.
– ¡Carajo! ¿Ese cabrón no la pudo llevar el fin de semana pasado? Vive con ella, en cambio yo, hace casi un mes que no veo a mi hija.
-Ya te dije que ese güey la está echando a perder y con eso de la fiesta de quince años, la trae loca…
– ¿Y yo que puedo hacer?
-Mañana hablas con ella y le dices que ni madres, este fin de semana ella ya tenía un compromiso contigo y tiene que cumplir.
Lady lloró hasta convertir su almohada en una alberca y cuando sintió que sus ojos no podrían derramar una lágrima más, recordó la vez que se topó con Lord Fifí. Él iba saliendo de su escuela con su uniforme azul rey, la misma mochila y unos zapatos negros que brillaban de limpios. Lord la miró y dibujó una sonrisa a través de esos labios que tanto le gustaban a Lady, cuando él se iba a acercar a saludarla, ella echó a correr cubriendo sus cinco meses de embarazo con un sweater.
La noche siguiente, Lady Tamales se encontraba con su carrito en el parque, observando con melancolía como jugaban unos niños en el Kiosko. Entonces Lord Fifí se acercó pidiendo otra vez un tamal de rajas y un atole.
– ¿Sólo uno? ¿y tu novia y el perro?
– Exesposa y ex perro. Oye estoy muy apenado contigo, no quiero que pienses que soy un patán, la verdad es que hasta que te vi de cerca afuera del metro, te reconocí…
-Te puedo perdonar si me invitas un café.
-Hecho ¿a que hora te desocupas mañana?
-A las diez.
-Vengo por ti a esa hora, dejamos tu carrito en mi depa y luego vamos por unos tacos que no tienen abuela.
Juan Elotes seguía con detenimiento la conversación mientras sentía como la sangre abandonaba su rostro. Lord Fifí se fue y Lady sonreía. “¿Y ese pendejo de dónde salió?” En son de venganza, la mujer le contó todo lo que sabía de Lord Fifí. “Siempre fue el más inteligente del salón y huele muy rico”.
Lady enchinó sus cabellos y pintó sus labios. Al dar las nueve y media de la noche comenzó a sentirse nerviosa, llevaba esperando ese momento desde los diez años. Juan Elotes notó su excitación y en tono burlón preguntó: “¿A poco sí te creístesss que ese Fifí te iba a llevar a cenar?” Dieron las diez, las diez quince, las diez y media y nada… “Te lo dije, esos güeyes no se fijan en mujeres como tú, pero yo sí mi reina.” Lady guardó silencio, en el fondo sabía que eso iba a pasar, así que tomó su carrito, el dinero, su orgullo lastimado y se fue.
Como no tenía ganas de llegar a su casa a dar explicaciones, caminó por las calles de la colonia en la que había vivido siempre y empujando su carrito gritaba: “¡Hay tamales, para el orgullo herido, para el corazón roto, para la vergüenza y también para el hambre!” Todos se vendieron.
Una semana después, Cecy Chamacos tocó a su puerta. “Manita, un hombre moreno que huele rico te está buscando.” Lady bajo corriendo las escaleras para encontrarse con un ojo morado, una nariz parchada, una herida en la cabeza, muchos moretones y un ramo de rosas rojas sostenido por Lord Fifí.
-Discúlpame Lady, pero es que estuve en el hospital, al parecer a tus amigos no les caigo bien…