“El Diploma”, un cuento de Ivonne Baqués @amikaafeliz #HelloDFicción #ShortStory
El Diploma
Por Ivonne Baqués
Una tarde de domingo, en un salón abarrotado de gente se presentó una mujer de mediana edad. Todo era júbilo y gozo, la feria más grande de Latinoamérica celebrando la palabra. Escritores reconocidos de todo el país se daban cita para presentar sus libros y algunos, para recibir homenajes y premios.
En el recinto, los organizadores subieron al estrado para llamar, uno a uno, a los ganadores del “Concurso Nacional de Cuento”. Familiares y amigos aplaudían y lanzaban porras a los orgullosos ganadores y se arremolinaban para tomarles fotos junto al afamado escritor, quien con gran sonrisa entregaba los reconocimientos. De repente, todo quedó en silencio cuando el organizador llamó a Rosa Fernández para que pasara por su diploma. La mujer de mediana edad se levantó dejando su bolsa y su chamarra en la silla y, sin mayor compañía, caminó por el pasillo mientras el público aplaudía con desgano; ni una foto, ni un abrazo, sólo la sonrisa fingida del escritor y el apretón de manos de los organizadores. Con los ojos humedecidos, la mujer regresó a su lugar y con alivió comprobó que sus cosas seguían donde las había dejado. Un grupo de gente gritó, aplaudió y chifló cuando llamaron a un tal Ernesto de la Fuente, acreedor al primer lugar y a un jugoso cheque.
Así transcurrió la premiación, los demás participantes se abrazaban y regocijaban, festejaban y sonreían, mientras la mujer de mediana edad los miraba distante, como si sólo fuera la espectadora de una película en un idioma que no conocía. El crujir de sus tripas le recordó que no había probado alimento desde la noche anterior, antes de salir de casa, y pensó que ojalá terminara pronto la ceremonia para comerse una torta ahogada en la terminal de autobuses. Solicitaron a los ganadores acercarse para la foto grupal, y fue hasta entonces que Rosa dibujó una tímida sonrisa.
Al terminar el evento, Rosa dio un paseo por los stands repletos de libros y compró dos: uno de poemas y otro de cuentos infantiles. Después sacó su celular y envió un mensaje: “Voy saliendo”. El autobús a la Ciudad de México saldría en dos horas, compró el boleto y con gran deleite saboreo la torta rellena de carne y bañada en salsa. Durante el regreso leyó el libro de sonetos y después durmió. Al llegar a la central de autobuses tomó el metro y después dos camiones más, tuvo que atravesar la ciudad para llegar al edificio donde vivía. Una noche antes había salido Rosita la del siete, y ahora regresaba Rosa la ganadora del quinto lugar del “Concurso Nacional de Cuento”, pero eso a nadie le importaba. Subió las escaleras y al llegar a su departamento encontró a su madre alimentando en la boca a un niño con parálisis en una silla de ruedas. Emocionada los abrazó y con gran orgullo mostró el diploma, con cariño besó a su hijo y sacando de su bolsa el libro de cuentos dijo: “Mira mi amor lo que te traje, te los voy a leer antes de dormir”. El no poder hablar no fue impedimento para que el niño mostrara su agradecimiento con una sonrisa. La madre de Rosa preguntó si junto al diploma le habían entregado algún cheque, Rosa respondió que no, sólo a los tres primeros lugares les habían tocado premios en efectivo. “Entonces deja de gastar tu dinero y tu tiempo en libros, los diplomas no pagan las cuentas.”
La mujer de mediana edad, preparó al niño para ir a dormir y mientras lo desvestía, le preguntó en voz baja: “Tú sí crees en mí ¿verdad?” El niño parpadeó.