“Un monstruo en el baño” Un cuento de Ivonne Baqués @amikafeliz #HelloDFicción

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Un monstruo en el baño

“¿Qué es un monstruo?” Preguntó el profesor de filosofía. “Alguien feo o deforme, una mala persona”, contestaron los alumnos. Entonces el profesor cuestionó: “¿Qué es feo? ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Según quién?” Ana levantó la mano. “Yo creo que monstruo es un término despectivo para describir al que es diferente.”  El joven profesor sonrió satisfecho. “¿O sea que monstruo es una manera de llamar al otro?” Ana suspiró y con una seguridad inusual en alguien de diecisiete años contestó: “Es una manera de describir al que no pertenece.” 

Esa misma tarde al finalizar las clases, Ana mojaba su rostro con agua fría frente al espejo del baño. De repente, Patricia y sus amigas entraron cerrando la puerta. Una de las adolescentes, la de casi ochenta kilos, utilizó su cuerpo para atrancar la puerta. “Así que la hija de la puta del pueblo, ahora se las da de intelectual… ¿Cómo ven chicas?” Preguntó Patricia en un tono amenazador. “Paty, no quiero problemas. Déjame ir, yo no me meto con ustedes”. Suplicó Ana antes de que Patricia la tomara del cuello y la estrellara contra la pared susurrando en su oído: “¿Qué se siente ser un monstruo? ¡Rarita! ¿Cómo ves si inicias tu carrera en el mundo de la putería con nosotras?” La chica obesa que cuidaba la puerta agregó: “Te vamos a coger…” Mientras Patricia apretaba la garganta de Ana, otra adolescente sujetaba sus brazos y entre otras dos la desnudaron. “Con esas chichis mejor dedícate a estudiar, no sigas los pasos de tu mamá o morirás de hambre”.  La gorda sacó una navaja y la entregó a Patricia. Ana al ver el arma intentó gritar, pero no pudo, la mano de Patricia apenas dejaba pasar la justa cantidad de aire por su garganta para no desmayar. Cada partícula de su piel se erizó al imaginar lo que harían con esa navaja. “Esto es para que no se te olvide, que las putas no son bienvenidas en esta escuela” Aclaró Patricia al deslizar lentamente la navaja sobre aquella piel suave y tersa. Ana se retorcía mientras sus gemidos de dolor se mezclaban con las risas de las agresoras.

El viaje de la hoja filosa y puntiaguda inició en el estómago y siguió hacía abajo, poco a poco, cortando con maestría, dejando a penas un hilo de sangre en la piel, pero desgarrando aquella joven y muy lastimada alma. Al llegar al pubis, se detuvo. “¿Quieres que siga bajando?” Preguntó Patricia. Ana meneó la cabeza. “¿Dejarás de hacerte la interesante con el profe de filosofía?” Entre lágrimas Ana asintió. Patricia dejó caer la navaja e hizo una seña, a la cual las otras adolescentes obedecieron liberando a su víctima.  “Además de rara, eres fea y a las feas nadie las quiere, aunque sean inteligentes…” Sentenció una de las agresoras. 

La blusa blanca de Ana se manchó de sangre al ponerla en contacto con su lastimado vientre y gotas de sudor frío resbalaron por su espalda. La robusta miraba a Ana con desprecio mientras intentaba vestirse. Las manos no la obedecían. De entre sus dedos resbaló aquella falda negra varias veces. “Además de fea, eres pendeja”. Al unísono, las jóvenes delincuentes soltaron una carcajada y se marcharon.

Ana se miró al espejo sin reconocerse. La hoja de la navaja brillaba sobre el pegajoso piso, al levantarla, Ana observó que seguía manchada con su sangre, la olfateó para después clavarla en su brazo izquierdo. Sin derramar una sola lágrima, hizo un corte más profundo que el de su vientre. Con la sangre que brotaba de la nueva herida, escribió en el espejo.

 “Ana es un monstruo”.



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