El Principito – Antoine de Saint-Exupéry por @rafaborbolla

 
 
“Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya”.- El Principito
Rafael Martínez de la Borbolla  @rafaborbolla

 Para mi amado hijo Rafael Martínez Sánchez Cid, que guiado por tu estrella la vida te lleve a mundos fantásticos, felices y con preciosas rosas. 

Antoine de Saint-Exupéry amaba volar. Antes de la Segunda Guerra Mundial trabajó para el correo postal francés (1926) en vuelos internacionales. Solía usar aeronaves con pocos instrumentos de navegación, aduciendo que quienes usaban aviones más avanzados eran más parecidos a los contadores que a los pilotos.
 
Durante su vida, el piloto francés se estrelló en numerosas ocasiones. La más conocida es la del 30 de diciembre de 1935, cuando cayó en el desierto del Sahara. Esa vez, Saint Exupéry competía en una carrera en una ruta París- Saigón. Él y el mecánico aviador André Prévot sobrevivieron milagrosamente a la colisión, pero se quedaron rápidamente sin agua. Sus suministros les duraron sólo un par de días. Debido al intenso calor del desierto sufrieron alucinaciones y estuvieron al borde de la muerte. Fueron rescatados por un beduino al cuarto día de su desventura, ahí, en la soledad y agobio, se gestó en su mente la que sería su obra más importante.
 
“El Principito” fue escrito durante la estancia de 27 meses de Saint-Exupéry en Estados Unidos. El autor pasó una temporada en ese país tras la Batalla de Francia en 1940, en la cual el gobierno francés fue depuesto por las fuerzas alemanas. Durante estos sucesos, el autor realizó más de la mitad de los apuntes que conformarían el libro que publicado en 1943 se convirtió en un éxito inmediato.
 
Aunque se trata de un libro infantil, la crítica lo ha considerado un trabajo sobre la naturaleza humana. “El Principito” se disputa el título de la obra literaria más vendida de la historia junto con “Historia de Dos Ciudades” de Charles Dickens (más de 200 millones de ejemplares vendidos cada uno). Es considerado el mejor libro francés del siglo XX y ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos.
 
El investigador japonés Yoshitsugu Kunugiyama sugirió en 2001 que la ilustración de la portada original de “El Principito” fue elaborada por el autor con una configuración astronómica deliberada. En la imagen Saint-Exupéry trazó en un triángulo isósceles a los planetas Saturno y Júpiter, y la estrella Aldebarán. Esa formación estelar ocurrió a inicios de los años 1940 y se repitió en el año 2000. Kunugiyama cree que el genio literario dibujó esa disposición adrede para conmemorar el centenario de su nacimiento, ya que el piloto francés era un experto en navegación y en matemáticas.
 
“El Principito”, relato corto filosófico, es un canto a los valores esenciales del hombre, una búsqueda de los valores que enriquecen el espíritu, el heroísmo como meta. Saint-Expuéry se imagina a sí mismo perdido en el desierto del Sahara, después de haber tenido una avería en el avión. Aparece en escena un pequeño príncipe de origen desconocido. En sus conversaciones con él, el autor revela su propia visión sobre la ceguera humana y la espontánea sabiduría de los niños, que la mayoría de las personas perdemos cuando crecemos y llegamos a la edad adulta. Se tratan temas tan profundos como el sentido de la vida, la amistad y el amor.
 
La obra nos narra un excelente diálogo entre un zorro y el Principito, en algún momento el zorro decide compartirle al pequeño príncipe su gran secreto, que se ha convertido en una de las frases más citadas de la historia: “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos”.
 
Como todo escritor necesita una musa que le sirva como fuente de inspiración, Saint-Expuéry la encuentra en su esposa, la salvadoreña Consuelo Suncín, ella es la Rosa del relato que se cree única en el mundo, se estima capaz de dominar a cualquier hombre y, al mismo tiempo, mantiene esa actitud provocativa como una defensa. Una rosa que representa, por un lado, la vanidad y el orgullo, por saberse única, por sentirse cuidada, sin darse cuenta que en realidad toda su importancia radica en los cuidados que le da el Principito, que depende de él para poder vivir. El amor verdadero empieza cuando no se espera nada a cambio.” La Rosa no es una flor cualquiera, es su amor, es espléndida, es magnífica entre otras muchas, es única en su “planeta”. Ha habido otras, pero ésta es la que ha “florecido” y perdura, es la metáfora de la mujer que ama, que se ha quedado para siempre en su corazón. Bonita, huele bien, perfecta y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones; es frágil, hay que cuidarla, mimarla, estar siempre atento; además es orgullosa, es vanidosa, egoísta y mentirosa. Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante.
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Y la rosa aparece rodeada de volcanes. El Salvador, un país con muchos volcanes; era considerado a principios de siglo pasado como el faro del Pacífico porque siempre había alguno en activo. El otro gran personaje: “No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo”, es Denis de Rougemont, autor de L’Amour et l’Occident, quien en ese momento se encontraba, al igual que el autor francés, en Nueva York, donde ambos discuten sobre el amor, el deseo, el matrimonio y la sexualidad.
 
El libro nos demuestra que todo acontecimiento en el desarrollo de la vida posee simbolismo y significación. La realidad no puede ser un dato frío, meramente estadístico, ni un evento casual y fortuito con la consigna de congelarse para romper el diálogo con el corazón. Tampoco puede ser un fenómeno opaco, deslucido y gris que deambula indiferente ante nuestra impávida mirada. Dentro de todo evento hay una realidad invisible que lo sustenta y le da sentido; con la realidad de cada persona pasa igual. Cada prójimo, cada individuo posee razones internas que trascienden lo que podemos contemplar a simple vista.
 
Tras escribir “El Principito”, Saint-Exupéry volvió a la Fuerza Aérea de Francia para volar con los aliados. En 1943 intentó reingresar a labores de combate, a pesar de que había pasado el límite de edad por 8 años. Dwight Eisenhower le concedió un permiso especial; sin embargo, las lesiones ocasionadas por sus choques anteriores evitaron que pudiera desempeñar esas tareas, al grado de no poderse poner por sí mismo su traje de vuelo.
 
Aventurero incansable, Saint-Exupéry desapareció el 31 de julio de 1944 durante una misión de reconocimiento. Nunca se supo el paradero del piloto. Varios días después, un cuerpo con un traje de la Fuerza Aérea de Francia fue hallado al sur de Marsella. Se presumió que era del escritor y se enterró en septiembre. A medidos de los 80’s presuntamente se encontraron los restos de avión derribado.
 
Niños y adultos seguirán leyendo El Principito, y dependiendo de su narrativa de vida encontraran en este bello relato un significado distinto, pero a todos nos debe ilusionar la esperanza que nos recuerda da la vida aún en los momentos más sombríos:
 
“Lo que hace al desierto tan bello – dijo el principito – es que esconde un pozo en algún lado.”
 
 

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