En el aire

He viajado mucho últimamente. He tenido la suerte y los medios de visitar el otro lado del mundo y ver mi país de costa a costa. En cuestión de semanas he viajado de las montañas más blancas a las arenas más blancas. He viajado en coche, en barco y en tren, y me he subido a tantos aviones que ya perdí la cuenta. La vida no te da lo que quieres sino lo que necesitas, y en este momento yo necesito viajar.

En este momento me encuentro en el aire. Literalmente. Me encuentro sentada en un avión camino a California mientras escribo. Por suerte no hay nadie sentado junto a mí que pueda estar espiando lo que escribo como yo estuve haciendo con el doctor guapo en la sala de espera. Es un doctor que se dedica al estudio de las células madre. Uno de esos héroes que va a salvar a la humanidad. Incluso podría salvarme a mí algún día pero eso no me importa, yo sólo pienso en cuánto me gustaría sentarme en su barba. Tal vez lo haga, quién sabe. Todo está en el aire.

En estos meses he ido encontrando el placer que tiene volar. El placer de abordar a un avión y saber que, durante un par de horas, no hay nada que hacer más que simplemente estar ahí. No hay gente que ver, lugares a dónde ir, celulares que checar cada quince segundos… No hay nada más que aire. Y en este momento necesito aire.

Me encuentro en el aire metafóricamente también. Todo lo que soy, lo que creía de mí misma y de la vida, absolutamente todo está en el aire. Empecé este año casi sin dinero, ni trabajo, ni pareja pero con la absoluta sensación de que todo iba a estar bien. Y todo está bien. Todo está en su lugar, en el aire. He encontrado un sentido de independencia que no conocía. Me siento fuerte estando sola, me siento libre.  Puedo viajar porque no hay nada que me ate, porque he logrado soltar los lazos que me amarraban a lugares y a personas. Puedo volar. Por fin, después de pasar tanto tiempo enterrada, vuelvo a darme cuenta de que siempre he podido volar.

Todos estamos viajando todo el tiempo. Tal vez no físicamente, pero estamos viajando. Viajamos en nuestras mentes hacia el pasado y el futuro. A veces viajamos tanto que nos perdemos de lo que realmente está pasando en nuestro presente. Podemos viajar en el tiempo, eso es verdad. Hace un par de meses estaba en medio de Tokyo pensando “esto es el futuro” y la semana pasada estaba en Venice Beach en una fiesta en 1975. Y luego regreso al avión en dónde todo el tiempo se suspende, a esa máquina para viajar en el tiempo y el espacio, y recuerdo que el presente es perfecto.

Pasamos todas nuestras vidas buscando “realidades” a las cuáles aferrarnos. Pequeñas cosas que nos recuerden que todo esto es real: una cuenta en el banco, un trabajo seguro, una pareja confiable, una rutina que te asegure día tras día “¡Esto es real!”. Pero la realidad es que la vida es un juego de serpientes y escaleras en el que ni siquiera eres tú quién tira los dados. Y llegan estos pequeños momentos de incertidumbre que te recuerdan que la vida es una gran aventura, sólo necesitas subirte al avión.

He visto muchos lugares y he conocido a muchísima gente. He llorado con el corazón hecho pedazos en el mar de Japón y he llorado de la risa abrazando a mis amigos en el mar del Caribe. Mi vida es una gran aventura y a veces me cuesta mucho trabajo creer que todas estas cosas me están pasando. Pero me están pasando y esa es mi realidad en este momento. Eventualmente echaré raíces y empezaré a buscar otras pequeñas realidades. Eventualmente viajaré en el tiempo en los ojos de mis hijos y de mis padres, en la arrugas que empiezan a formarse en mi cara y en estas palabras que leeré cuando ya esté cansada de viajar.

Pero, por el momento, el viaje apenas empieza. Y la aventura será mejor que nunca porque soy feliz. Soy feliz y estoy agradecida con todo y todos los que me han ayudado a llegar hasta aquí, hasta este lugar de absoluta incertidumbre. Cuando duden entre quedarse en casa o tomar el avión, siempre tomen el avión. La verdadera aventura empieza cuando estás en el aire.

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